sábado, 8 de octubre de 2011

Propuesta 2. Cultura



Favorecer la construcción de una cultura laica que propicie el cambio y la convivencia, atendiendo las reivindicaciones de los sectores sociales que demandan una sociedad libre de violencias, sexismo, racismo y homofobia. Apoyar  iniciativas ciudadanas en la creación de medios alternativos de comunicación.
 
El arte, la cultura y la ciudadanía
Las diferentes expresiones culturales y artísticas constituyen experiencias privilegiadas para incentivar la reflexión sobre la formación de las estructuras mentales, los imaginarios y las representaciones sociales, los prejuicios y los estereotipos. Tales expresiones son claves para develar de los procesos culturales que intervienen en la construcción de las identidades individuales y colectivas, políticas y sociales. Los artistas, en sus distintas disciplinas, logran sumergirse en la condición humana para percibir, recrear  y transmitir, en sus múltiples lenguajes, estos discernimientos. Es por ello que convocar tanto a los artistas como a los trabajadores de la cultura a considerar su participación decidida en la construcción de la democracia,  los derroteros para el establecimiento de una cultura laica y la renovación de los contenidos difundidos por los medios de comunicación, se constituye en un imperativo ético.
 
Hacia la construcción de una cultura laica
 
Es grande el temor de los políticos, incluyendo los partidos de historia agnóstica, al defender un Estado no laico en nombre de un falso respeto a la tradición religiosa”
Ana Güezmes[1]
 
Según la autora citada en el epígrafe, hablar sobre la necesidad de secularizar el Estado y la sociedad, abre un conjunto de interrogantes; y como  ante cualquier otro dilema o problema no hay una única respuesta… Hablar de secularización, dice, nos remite a la idea del respeto a la diferencia; a la posibilidad de una convivencia basada en ésta; y a la responsabilidad individual. Tales consideraciones llevan a explorar el mundo simbólico de la política y de las relaciones cotidianas.
 
Avanzar en una agenda de libertad significa hacer frente a la violencia simbólica, definida como la que se realiza sobre un agente social con su complicidad o consentimiento, e implica, establecer las responsabilidades de las alianzas entre los estados y las iglesias en el ejercicio de  tal violencia.
 
Conforme las sociedades se desarrollan,  se expresan en las políticas nuevas vertientes de la libertad: de conciencia, de pensamiento, de culto, de expresión, de tránsito, de asociación, de elección, de relación con el cuerpo, de orientación sexual; y todas estas afluentes de la libertad convergen en la idea de la laicidad, destacando el vocablo laico como muy cercano al de soberanía popular,  no opuesto a lo religioso ni a las espiritualidades expresadas en religiones escritas u orales, sino a las ideas teocráticas de la política (gobierno en nombre de Dios) y al autoritarismo de los dogmas que se intentan imponer como verdades universales para todos y todas.
 
Un Estado laico es aquel que diferencia sus competencias de aquellas de las iglesias;  lo que significa ubicar las creencias en el ámbito privado, aunque tanto los creyentes como sus organizaciones puedan manifestarse en los ámbitos públicos. Las religiones deben  someterse a las leyes comunes y en tal sentido es importante revisar los privilegios tributarios, educativos y en materia de participación, que pueda tener una iglesia en particular. Un Estado laico no debe privilegiar a ninguna religión. La exigencia por un Estado laico no es sólo la doctrinaria separación entre Estado e iglesias; es, en particular, un cuestionamiento a los privilegios políticos y culturales de una iglesia determinada  y un desafío a nuestras capacidades para desarrollar un sentido amplio de ciudadanía participativa.
 
De otra parte, ningún dogma, aunque fuera «creído» por la totalidad de los ciudadanos, puede imponerse en una democracia como decisión política, pues los dogmas son verdades inapelables.
 
Las propuestas de un Estado y una sociedad laicos contiene, en consecuencia,  una  concepción de las personas como individuos sujetos de derechos y responsabilidades y una concepción de la organización social como conformada por ciudadanos y ciudadanas iguales ante la ley, en la que ningún individuo, o institución, esté por encima o por fuera de ella. Es decir, la ley es la misma y de cumplimiento obligatorio para todas y todos.  
 
Estado y una cultura laica implican también pluralidad y tolerancia; particularmente con respecto a minorías de cualquier naturaleza: religiosas, políticas, étnicas, de orientación sexual, etc. Esta idea nos beneficia como sociedad y, sin duda, también a las personas religiosas; aunque tal vez no a los sectores más fundamentalistas.
 
Una sociedad laica que incluya a todos y todas implica que en ella no existe un orden simbólico, tradicionalmente sostenido por el dosel sagrado de una religión, que otorgue un único sentido de cohesión social.
 
 Ana Güezmes plantea:
 
·         “El día en que, por ejemplo, la iglesia católica deje de ser según las encuestas una de las instituciones más respetadas, para que nuestras ahora frágiles instituciones públicas sean las que mayor confianza le dan a la gente, será el momento en que no sólo el país, sino las propias religiones que coexisten en él, incluyendo la católica, tendrán un motivo para alegrarse”...
·         “El día en que la clase política pierda el miedo a enfrentarse a los abusos y controles de los poderes tutelares como el militar y el clerical, tendremos mayores posibilidades para ejercer nuestras libertades, e integrarnos como países.”…
·         “El día en que la iglesia católica deje de pasarle factura al Estado, que es de todos, estaremos ante una mejor posibilidad de vivir en democracia”… Y,
·          “Posiblemente como ha ocurrido en España, México, Uruguay, y la mayoría de países europeos, los políticos no ganarán más votos por ir a misa, sino por sus programas políticos y su posibilidad de lograr acuerdos sociales y hacer realidad los derechos humanos”.

Una apertura hacia los medios alternativos de comunicación
 
Las modernas tecnologías de la comunicación y la información, han logrado gran protagonismo en la provisión de modelos de vida, figuras de identificación y proyectos de vida deseables. El monopolio de la empresa privada al servicio de intereses consumistas ha logrado penetrar en las conciencias a través de mecanismos sofisticados de la publicidad. La producción audiovisual de niveles artísticos discutibles reproduce modelos de feminidades y masculinidades anacrónicos que, como  los Reality Shows instalados como un pretendido reflejo de lo que somos, exacerban los sentimientos primarios reforzando los estereotipos hegemónicos.
Ante este avasallador empuje privado, los proyectos de comunicación alternativa y otras opciones, como la televisión cultural y comunitaria, son invisibilizados e inviabilizados; cuando están llamados a desempeñar un papel de importancia crucial en la generación  de tejido social[2].
Hacia la construcción de una agenda
 
Para avanzar en los anteriores sentidos debemos, en consecuencia:
 
·         Trabajar para que las artes se entiendan como espacios de reflexión y de memoria, que contribuyan al desarrollo de la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión, de asociación, de elección.
 
·         Contribuir a la concientización sobre la preservación y protección del patrimonio arquitectónico de la localidad, amenazado por las presiones urbanísticas y comerciales, en las que prima el interés privado sobre el público.
 
·         Garantizar la presencia de los creadores de las diferentes expresiones artísticas y culturales en las decisiones locales,  evitando que para el efecto se esgriman criterios ajenos al trabajo artístico, como los doctorados académicos o las capacitaciones administrativas.
 
·         Promover para la ciudadanía espacios locales gratuitos que posibiliten tanto  la creación cultural, como la difusión  de las distintas  manifestaciones artísticas.
 
·         Apoyar  la creación de  medios alternativos de comunicación, como las redes sociales, los periódicos, las emisoras y la televisión comunitarias que, partiendo de iniciativas ciudadanas, se constituyan en herramientas de participación, reflexión,  denuncia responsable y, en general, de fortalecimiento del tejido social.
 
 


[1] En la ponencia presentada por Ana Güezmes en el «Primer Encuentro Regional de Sexualidades, Salud y Derechos Humanos en América Latina»- realizado en Lima - Perú, del 7 al 9 de mayo de 2003 y organizado por el Proyecto Sexualidades, Salud y DDHH en América Latina, Facultad de Salud Pública de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
 
[2] Ver artículo de Guillermo González “Cultura, medios, política y guerra”, en la Revista “Numero”, No. 32, Marzo – Abril – Mayo 2002.

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