miércoles, 10 de agosto de 2011

Hoy más que nunca se justifica conmemorar el Primero de Mayo

Por Patricia Cifuentes Osorio, Barrio Panamericano. Correo electrónico: patricia.cifuentes.osorio@gmail.com. Artículo publicado en el periódico franja amarilla de Teusaquillo No 2 de junio de 2011.

El 1° de mayo de 1886 fue decretada la hora cero para la huelga general impulsada por las organizaciones sindicales de EU como continuación de la intensa campaña de propaganda y organización acordada por la American Federation of Labour, AFL. La consigna principal era “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. Los medios de comunicación se opusieron argumentando que los trabajadores querían ganar sueldo sin trabajar. Pese a ello, la huelga movilizó a más de 400 mil obreros. Entre el 2 y 3 de mayo, 50 mil trabajadores que llevaban varios meses en huelga en la fábrica de maquinaria agrícola McCormik de Chicago chocaron con los esquiroles. La policía disparó contra los huelguistas, mató a seis e hirió a decenas. Al día siguiente, 20 mil manifestantes se enfrentaron a la policía en la Plaza Haymarket con un saldo de decenas de obreros heridos y un agente muerto. Los dirigentes de la huelga fueron detenidos y algunos llevados a la horca tras ser condenados en un juicio con pruebas fabricadas y en el que los jueces fueron a la vez los verdugos. Años después, los trabajadores de todo el mundo eligieron el 1° de mayo como fecha conmemorativa y de recordación de sus héroes. Con el ejemplo de esta lucha, la clase obrera fue conquistando en el mundo la jornada laboral de ocho horas, hoy diezmada como consecuencia de la flexibilización laboral.

El imperialismo está en crisis y la única forma que ve para salir de ella es oprimir a sus colonias. Colombia es un país estratégico para él. Abundan el carbón, el oro, el níquel, el petróleo, el agua, la flora y la fauna, y la gente es capaz de cumplir con los trabajos que se le confíen. El TLC hace parte del plan del capital financiero para salvar de la crisis a Estados Unidos. Hoy Santos le ruega a Obama aprobar el TLC con el argumento de que han cesado los problemas de maltrato a los trabajadores y de violación de los derechos humanos, tratando de encontrar de nuevo el camino que conduzca a firmar cuanto antes el TLC. Pero al contrario de lo que Santos, y Angelino proclaman, los problemas siguen latentes y no encuentran una pronta solución.
La Ley 789 de 2002 alargó la jornada diurna hasta las 10 de la noche para evitar pagar al trabajador el recargo nocturno, disminuyó el pago de dominicales, festivos y redujo las tablas de indemnización por despido injusto. La Ley 790 de 2002 reestructuró 412 entidades del Estado, suprimiendo más de 38 mil cargos y liquidando varios sindicatos y convenciones colectivas. Aparecieron nuevas entidades públicas con nombres y condiciones laborales muchísimo peores.

La Ley 1233 de 2008 reglamentó las Cooperativas de Trabajo Asociado, figura que se expandió durante el gobierno de Álvaro Uribe, llegando en 2008 a 3.903, con 537.859 afiliados. Quienes se someten a este régimen pierden el derecho a prestaciones legales y extralegales e incluso en muchos casos la seguridad social. No hay derecho a formar sindicatos ni a la huelga, bajo el argumento de que no hay relación laboral. Continúa la persecución contra los sindicalizados, como ocurre en Colsubsidio, donde fueron despedidos 22 trabajadores que acababan de fundar un sindicato, prueba de la demagogia de Santos y Angelino en torno al TLC y los derechos laborales.

Estos argumentos demuestran que los derechos de los trabajadores siguen violentados. Santos es Uribe recargado y sus políticas apuntan a hacer cada vez más gravosa la situación laboral y más fácil la intromisión del imperialismo en el país, pues necesita más a Colombia de lo que Colombia lo necesita.
La movilización y la resistencia civil son las armas del pueblo para defender sus derechos, el patrimonio público y la soberanía nacional, lo muestra la lucha del pueblo santandereano por el agua y el Páramo de Santurbán y la victoria de los productores de leche cruda contra los decretos que la prohibían. Si contundente es la arremetida imperialista, contundente debe ser la resistencia.

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